RESUMEN:
La mañana es fría, nebulosa, una fina llovizna empapa los achaparrados matorrales de viejos boldos y litres raquíticos. La abuela, con la falda arremangada y los pies descalzos, camina a toda prisa por el angosto sendero, evitando en lo posible el roce de las ramas,
de las cuales se escurren gruesos goterones que horadan el suelo blando y esponjoso del atajo. Aquella senda es un camino poco frecuentado
y solitario que, desviándose de la negra carretera, conduce a una pequeña población distante legua y media del poderoso establecimiento carbonífero,
cuyas construcciones aparecen de cuando en cuando por entre los claros del boscaje allá en la lejanía borrosa del horizonte.
La llanura arenosa y estéril estaba desierta. A la derecha, interrumpiendo su monótona uniformidad, alzábanse los blancos muros de los galpones coronados por las lisas techumbres de zinc relucientes por la lluvia. Y más allá, tocando casi las pesadas nubes, surgía de la enorme chimenea de la mina el negro penacho de humo, retorcido, desmenuzado por las rachas furibundas del septentrión. La anciana, siempre medrosa e inquieta, después de un instante de observación pasó su delgado cuerpo por entre los alambres de la cerca que limitaba por ese lado los terrenos del establecimiento, y se encaminó en línea recta hacia las habitaciones.
De vez en cuando se inclinaba y recogía la húmeda chamiza, astillas, ramas, raíces secas desparramadas en la arena, con las que formó un pequeño hacecillo que, atado con un cordel, se colocó en la cabeza.Mientras el fuego chisporrotea la anciana acaricia con sus secos dedos la yerba fina y lustrosa de un hermoso color verde, deleitándose de antemano con la exquisita bebida que su gaznate de golosa está impaciente por saborear.
Mas, una vez que se hubo alejado bastante, salvó la cerca de alambres y tomó el estrecho sendero que, evitando el largo rodeo de la carretera, llevaba en línea recta hacia el pueblo.
La distancia era larga, muy larga para sus pobres y débiles piernas; pero la recorrió sin grandes fatigas gracias a la suave temperatura y a la excitación nerviosa que la poseía.
No fue así a la vuelta. El camino le pareció áspero, interminable, teniendo que detenerse a ratos para tomar aliento. Luego, experimentaba una gran zozobra por la realización de aquel delito al cual su conciencia culpable daba proporciones inquietantes.
La burla de la temida prohibición de hacer compras fuera del despacho la sobrecogía como la consumación de un un robo monstruoso. Y a cada instante le parecía ver tras un árbol la silueta amenazadora de algún celador que se echaba repentinamente sobre ella y le arrancaba a tirones el cuerpo del delito.
Varias veces estuvo tentada de tirar el paquete comprometedor a un lado del camino para librarse de aquella angustia, pero la aromática fragancia de la yerba que a través de la envoltura acariciaba su olfato la hacía desistir de poner en práctica una medida tan dolorosa.
Por eso, cuando se encontró a solas dentro de la estancia, libre de toda mirada indiscreta, la acometió un acceso de infantil alegría.
La abuela quedó sola. Su pecho desbordaba henchido de gratitud por la bondad del patrón y hubiera caído de rodillas a sus plantas si la sorpresa y el temor no la hubiesen paralizado. Sin levantarse del asiento se volvió hacia la chimenea e inclinó la cabeza pesadamente.
Afuera el mal tiempo aumenta por grados; algunas ráfagas entreabren la puerta y avivan el fuego moribundo, arremolinando sobre la nuca de la viejecilla las grises y escasas guedejas que ponen al descubierto su cuello largo y delgado con la piel rugosa adherida a las vértebras.
PERSONAJES:
Abuela: Es una ancianita, con pelo de tono blanco y de piel seca. Vestía una falda y no usaba zapatos, de baja estatura, con ojos oscuros y tristes. De actitud humilde, algo inquieta y muy decidida.
Patrón: De barba rubia y gran estatura y cuerpo. Siempre vestía un abrigo finísimo,
AMBIENTE:
Fisico: Las afueras de la mina
Psicológico: Se presenta el miedo, ya que las reglas de la compañía eran muy estrictas.
Social: Es un ambiente de pobreza, ya que las personas debían ahorrar mucho solo para comer, sin poder darse otros gustos.
TIPO DE NARRADOR: Omnisciente.
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